sábado, 23 de abril de 2016

Adaptación del cuento. Correpción

Alfonso, el hombre de la piel de oso (corrección) 

Érase una vez hace muchos años, en un reino lejano vivía un joven llamado Alfonso. Los padres de Alfonso murieron cuando él era pequeño y Alfonso vivía con sus tres hermanos mayores, que no le querían. Alfonso era fuerte y muy valiente, alto, joven, generoso y listo pero no tenía ni casa ni dinero para vivir.

Una tarde caminaba por un sendero en el bosque cuando vio un claro. En el claro había un tronco con un hombre sentado. Era un viejo mago alto, todo vestido de verde con una chaqueta de tela. El mago se sentó a su lado. Al verle le dijo.

  • Me han hablado de ti. Eres Alfonso – a Alfonso le sorprendió que supiera su nombre. Su voz era profunda y grave.
  • ¿Quién eres tú?
  • Soy un mago. Sé que necesitas dinero. Te ofrezco un trato.
  • No lo quiero – se negó Alfonso.
  • ¿Me han dicho que eres valiente?
  • ¿Y qué si lo soy?
  • ¿Tanto miedo me tienes?
  • ¿Qué quieres? – le desafió Alfonso.
  • Te ofrezco esta chaqueta de tela que es mágica. Podrás tener todo el oro del mundo para ti sólo
  • ¿Cómo sé que es mágico?
  • Deberás confiar en mí. Mira detrás de ti.
Cuando Alfonso miró, vio un gran oso de enormes fauces y garras. Alfonso cogió su espada y mato al oso. Cuando Alfonso se volvió, vio que el hombre sonreía.

  •      Ahí tienes la prueba de que puedes confiar en mí. A cambio de todo el oro del mundo –  continuo el hombre con su voz profunda – te pido tres cosas. La primera, no le dirás a nadie nunca nuestra promesa. La segunda, no podrás dormir durante más de un día en el mismo sitio. La tercera es ponerte encima de la ropa, la piel de oso y no puedes bañarte, ducharte, cortarte las uñas, el pelo o peinarte durante 7 años. Si vuelves dentro de siete años a este claro, tú ganas. Si incumples el trato, pierdes y mueres.


A Alfonso no le queda más remedio que aceptar. El mago y él se cambian las ropas. Cuando Alfonso tiene puesto la mochila de tela mágica cuando el mago le dice.

  • Ponte la piel de oso.
Alfonso le obedece y en ese momento, mete la mano en el jubón y saca un puñado de monedas de oro. Alfonso sonríe.

  • Ya sabes lo que hay que hacer. No digas nunca nada, no te laves y no duermas más de una noche en el mismo sitio. Nos vemos en siete años.
El hombre desconocido se marchó sin decir nada más. Alfonso fue al pueblo más cercano y se compró la casa más grande y el caballo más rápido. Dio dinero a todo el que lo necesitaba y se sentía feliz. Le hacía feliz ser generoso, dar lo que tenía a los que de verdad lo necesitaban.

Al cabo de los meses el aspecto de Alfonso era muy diferente. Su barba le llegaba hasta la cintura y su pelo hasta más allá de la cadera. Sus uñas negras y sus manos estropeadas no le ayudaban a que la gente se acercase. Ahora simplemente se dirigían a él como el de la piel de oso.

Así pasaban los años y Alfonso cada vez iba a peor. Cada vez su ropa estaba más negra, su barba más larga y sus manos más estropeadas. La gente huía al verle. De nada le servía tener el bajón mágico que le dio aquel extraño señor.

Una noche, cuando ya llevaba cinco años con la piel de oso, llegó a una granja y durmió en el pajar. A la mañana siguiente vio a un hombre llorar a pocos metros de él. El hombre al ver a Alfonso no se asustó, él seguía llorando.

  •       ¿Qué le pasa? – pregunto Alfonso.
  •       Mi granja, mi granja – dijo el hombre – no tengo dinero y me la quitaran. ¿a dónde iré a vivir y mis hijas y yo?
  •      Tenga usted, no se preocupe – Alfonso metió ambas manos en la chaqueta de tela mágica y saco varios puñados de oro.
  • ¿pero qué….? – dijo el hombre. Alfonso negó con la cabeza. – Soy Antón, ven a dormir a mi casa.
  • ¿yo? – dijo Alfonso mirándose a sí mismo.
  • Da igual, venga y no se preocupe.
  • Muchas gracias – le dijo agradecido Alfonso.
Antón y Alfonso fueron a la granja. Antón insistió en que Alfonso se bañara pero él se negó. Poco antes de la cena entraron las hijas de Antón. Ana la mayor, Águeda la mediana y Alicia, la pequeña. Ana y Águeda miraron al extraño hombre y, degustadas fueron a hablar con su padre. Alicia miró al hombre y le sirvió un plato de humeante sopa.

Debajo de la chaqueta de tela mágica, la piel de oso y lo andrajoso de sus ropas, Alfonso vio que era una buena mujer. La ayudo a recoger la mesa y se miraron a los ojos. En ese momento, calló una piedra del techo. Alfonso la partió por la mitad y le dijo.

  • Quédate con la otra mitad, Alicia. Yo me quedaré con la otra mitad. Nos vemos en dos años.
 Sin más salió de la casa, no sin antes escuchar como las hermanas de Alicia, Ana y Águeda se burlaban de ella diciendo, Alfonso piel de oso.

Los dos años que restaban de su pacto con aquel señor, se le hicieron cortos. Esperaba ver pronto a Alicia. Alfonso fue muy astuto e hizo un agujero en el suelo, sin que nadie le viera. Enterró todas las monedas que pudo, sabiendo que pronto volvería a por ellas. 

Cuando llegó la fecha de los siete años, Alfonso fue al claro del bosque donde aquel mago, bastante enfadado ya le esperaba.

  • No esperaba verte hoy, Alfonso – le dijo el mago.
  • Aquí estoy. He cumplido mi promesa.
  • Cierto es. Devuélveme la chaqueta de tela y ve en paz.
Alfonso tiro la piel de oso y la mochila de tela mágica al suelo.

  • Devuélveme mi aspecto de hace siete años, tú mismo lo dijiste.
  • Cierto es. Date la vuelta.
Al darse la vuelta sus ropas cambiaron. Alfonso volvía a tener el aspecto de antes. Su ropa estaba igual que hace siete años, su barba había desparecido y sus manos estaban perfectas. Cuando Alfonso se dio la vuelta para agradecer al mago lo que había hecho, este ya no estaba. Alfonso corrió a desenterrar el oro, busco a su caballo y, con la mitad de la piedra en la mano, cabalgo hasta casa de Alicia.

Al ver a Alfonso, sin su barba, sin la piel de oso, sin el jubón, alto y joven, las hermanas no le reconocieron. Alicia le miraba hasta que Alfonso se acercó y le enseño la piedra. Juntos la juntaron y juntos se fueron muy, muy lejos de la granja sin nadie más que le llamará Alfonso el de la piel de oso.


Este cuento es una adaptación de la versión del Cuento de los hermanos Grimm Piel de oso

Esta adaptación será para niños de 4 – 5 años, es decir, segunda etapa del segundo ciclo de educación infantil.

Este cuento es para ser contado, por ejemplo, en la asamblea no para ser leído. He mantenido el carácter del personaje principal, la estructura del cuento y los objetos que va a necesitar a lo largo de la historia.

He adaptado:

  • Todos los personajes tienen nombre que empieza por A. Alfonso rima con oso. Alicia significa valentía. el único personaje que no tiene nombre es el mago malo del cuento. Me pareció que al quitarle el nombre, podía dar algo más incertidumbre.
  • He eliminado las plegarias del cuento original, ya que considero que no es una rutina para muchos niños ni adultos.
  • He sustituido el jubón por una mochila de tela, como la que llevan los niños al colegio.
  • He eliminado la guerra, no porque no sea algo con lo que los niños estén familiarizados en mayor o menor medida sino porque el protagonista puede ir a muchos más sitios que a una guerra. Del mismo modo he suprimido la parte final del cuento (las hermanas y el diablo). Creo que es un buen final para niños de 4 – 5 años que acabe bien el cuento.
  • Los protagonistas pasan una serie de pruebas (lavarse, esperar, no dormir en el mismo sitio) del viaje iniciático.
  • Con esta adaptación, he intentado que los niños empaticen con Alfonso y que, sobre todo aprendan que por muy desesperado que estés siempre hay una salida y que lo importante no es el aspecto exterior, sino como es  cada uno por dentro.
 Muchas gracias por leer esta adaptación. 


1 comentario:

  1. Bueno, se te ha quedado por ahí un "bajón" que era un "jubón" y no has hecho hincapié en la generosidad de tu héroe... es lo que te falta para que sea perfecto.

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